miércoles, 19 de octubre de 2011

A la Oscuridad


Dichosa tú que no puedes ver
todas las desgracias de este mundo.
Pero en desventaja para ti,
las puedes sentir.

Y yo para derrotarte puse una vela.
Que absurdo.
Luego de desarrollar tanta tecnología,
volvemos a algo tan simple.
¿Y qué es lo simple?
Es lo especial,
es lo sencillo.

Es cuando comprimes el tiempo para hacerlo más extenso.

La vida misma lo es.
Una vida en una simple hoja.
La hoja de una simple mata.
Planta que oxígeno produce.
Oxígeno que respiramos.
Respiramos para vivir.
Vivimos y solo eso. Vivimos.

Hace tiempo que no veo un curioso.
Un curioso de verdad. Uno que juzguen de loco a donde vaya.
Que sea de nadie y de ningún lugar,
que sea capaz de entender tal locura como escribir sobre la locura misma.
Un ser que se dé cuenta que ya el hombre ha visto mucha luz.
Y que anda ciego sin aceptar que mucha luz es nada también.

Hay tantas cosas que encontrar en la oscuridad...

No hay que asociarla con miedo, ni peligro; menos maldad.
¿No es con la presencia de lo oscuro que se le antoja a la gente ir a dormir
y adentrarse en la última gota de magia que les queda; los sueños?
Los buenos sueños nacen de ese negro espeso y abrazante.

En serio, si que es bueno lo oscuro.
A la noche le agradezco entonces, porque todo queda en silencio.
Bello silencio.
¡Sí! Eres explendido y tan amado por mí, quien no puede con tanto ruido.
Pero ni hablar de los ruidoso que puedes llegar a ser, querido silencio.

Y si a lo que llaman luz, artificialmente se les va, entonces todos buscan sus casas.
Sus hogares.
Llegar y estar lo más juntos posible.
Parejas, familias, amigos; no importa quien, solo importa la compañía.
¿Y por qué en la luz si les importa con quien?

La oscuridad los une a todos.
Una noche con oscuridad y sin luz me contó esto. 
Y ha prometido contarme más luego...